Ya reseñábamos el pasado mes el libro Descubrir el Asperger (http://www.pairal.net/asperger/llibre-es.php), de Ramon Cererols (http://www.pairal.net/). El libro es nuevamente noticia por haberse publicado su segunda edición, con prólogo (http://www.pairal.net/asperger/proleg-es.php) del Dr. Josep Artigas. Recomendamos nuevamente la lectura del libro, y la de su nuevo prólogo, del que entresacamos las siguientes líneas:
Pero “Descubrir el Asperger” es por encima de todo un libro científico, expresado con la claridad de quien se esfuerza para entenderse a sí mismo, y es capaz de transmitir su costoso proceso al lector. Es profundamente científico, fresco, actual, desprovisto de tópicos, crítico y riguroso. No es fácil, nada fácil, separar el grano de la paja en un campo en el que las aportaciones llegan de múltiples vertientes, no siempre científicamente aceptables o aceptadas. El Asperger que nos describe Ramon es el Asperger del DSM-5), aún en estado de gestación [énfasis añadido]. Y este Asperger, constantemente reinterpretado, se manifiesta de forma sorprendentemente sencilla, con aparente simplicidad, que hace fácilmente comprensible aquello que requiere años de estudio y experiencia.
En anteriores ocasiones hemos comentado el borrador del DSM-5, que está teniendo un difícil proceso de gestación, teniendo en contra a algunos de los científicos más señalados, como Simon Baron-Cohen. De las palabras del Dr. Josep Artigas podríamos entender una actitud positiva respecto al nuevo DSM-5, al que en su momento (y nos citamos ahora a nosotros mismos), acogíamos con alegría no disimulada:
El nuevo enfoque dimensional del DSM-5 abre la puerta al diagnóstico de los casos subclínicos y ésta es una fantástica novedad. En la línea de lo propugnado en el Manifiesto por la extensión del espectro autista, ahora se podrá dar fin a las eternas discusiones sobre que es SA, AAF, etc., y ya no nos enfrentaremos a categorías discretas, sinó al continuo que cada persona encarna.
Efectivamente, el nuevo DSM-5 alberga la promesa de poder finalmente acoger, bajo criterios científicos y objetivos, a todos aquellos que ahora son rechazados por ser “demasiado funcionales”. Nos reconforta imaginar que esta idea parece extenderse también entre los profesionales más significados en el tratamiento de los TEA.