Tras leer las
declaraciones (http://www.facebook.com/topic.php?uid=95821494318&topic=12798)
del presidente de la Asociación
para la Salud Mental desde la Gestación, según ellos mismos una
Sociedad Científica Pluridisciplinar
[¿científica?], en las que
manifestaba que el autismo puede ser provocado y diagnosticado
en las primeras semanas de vida de un bebé,
nos hemos quedado sin palabras… Por suerte, la
Asociación de Profesionales del Autismo (http://www.aetapi.org/) ha redactado
un texto de posicionamiento (otro: véase noticia anterior)
que nos saca del apuro, y que copiamos a continuación:
Ante las recientes noticias aparecidas en ciertos diarios sobre la importancia de
la interacción madre-bebé en aquellos casos donde puedan estar
manifestándose supuestos rasgos compatibles con un Trastorno del Espectro
del Autismo (TEA), y la posible interpretación de estas afirmaciones en un
sentido no correcto, AETAPI quiere manifestar su posicionamiento al respecto.
En la actualidad existen muchas evidencias sobre el origen orgánico de los
TEA, si bien este trastorno no se debe a una única causa. Existen muchos
estudios que han demostrado asociaciones con marcadores genéticos, pero
también con circunstancias epigenéticas y ambientales (exposición durante el
embarazo a ciertos virus, fármacos y otros factores prenatales y perinatales).
También existe un substrato morfológico cada vez más evidente con
alteraciones en la arquitectura cerebral en los casos de TEA.
Es obvio, y la experiencia así lo demuestra, que no es fácil diagnosticar un
caso de TEA durante los primeros meses de la vida, incluso en presencia de
signos muy evidentes. La sospecha en una de estas situaciones, debe ser
seguida de una vigilancia y observación cuidadosa así como la utilización de
herramientas diagnósticas validadas y la opinión de profesionales con mucha
experiencia. Cualquier intento de diagnosticar un caso de TEA por debajo de
los 12 meses de edad e incluso por debajo de los 18 meses, debe evitarse,
salvo que se trate de personas de alto riesgo y siempre con los criterios arriba
mencionados. Este tipo de experiencias son también válidas si se llevan a cabo
en el seno de investigaciones cuidadosamente diseñadas y aprobadas.
El otro punto a destacar es el tratamiento. En presencia de un diagnóstico, la
intervención temprana y debidamente adecuada (número de horas semanales
suficiente y utilizando técnicas psicoeducativas con cierto nivel de eficacia
probada), es algo necesario y que los intentos por adelantar la fecha de
diagnóstico persiguen de forma casi obsesiva.
Consideramos que la implicación de las familias en la intervención temprana,
promoviendo habilidades educativas adecuadas que desarrollen destrezas
sociales y comunicativas, como destacan las guías de buenas prácticas, son
fundamentales y se consideran una variable positiva de pronóstico, sin
embargo no pensamos que haya que centrar la intervención en la relación
madre-bebé como vía de posible mejora de un supuesto caso de autismo, dada
la dificultad de su diagnóstico a edades muy tempranas, su origen orgánico y
las dificultades de respuesta si estamos ante un verdadero caso de autismo.
Este tipo de consejos podrían por el contrario levantar preocupaciones
innecesarias en los padres, crear ansiedades por la falta de respuesta, que en
nada predecirían la respuesta real si se aplicasen tratamientos adecuados y
estuviéramos ante un caso real de autismo.
No queremos que la correcta intención de mejorar la salud materno-infantil,
preocupación que apoyamos, pudiera malinterpretarse y derivar en situaciones
de culpabilización de madres de futuros hijos con autismo. Las explicaciones
del origen del autismo centradas en conflictos en la relación madre-hijo no han
sido demostradas, y las terapias de tipo dinámico o psicoanalítico al respecto
no han demostrado su eficacia, basada en parámetros científicos, en la
intervención temprana.
Este tipo de problemas, por suerte hoy superados, en nada facilitan la
resolución del autismo y en cambio crean estigmas y creencias entre la
población que luego son muy difíciles de tratar.
Animamos a todos los profesionales a crear una mayor inquietud pero positiva
en la importancia que puede tener la relación madre-bebé en la salud del niño,
pero creemos que en caso de sospecha de un caso de TEA la mejor opción es
la de consultar con un profesional o profesionales expertos y siempre tener
cuidado con la etiqueta de TEA colocada a edades inferiores a 18 meses. La
observación cuidadosa e incluso la atención temprana son medidas adecuadas
para ir mejorando ciertos déficits sin tener que relacionar el caso ni etiquetarlo
como TEA.
Esperemos que en el futuro la Asociación de Profesionales del Autismo (http://www.aetapi.org/)
no deba dedicar tanta energía a posicionarse en lo que habría de ser evidente para todos…